Si uno camina hacia el oeste, se detiene en la última esquina asfaltada de Carmelo, posa la mano sobre su frente a modo de visera y observa, ya llegó. Los próximos cuatro kilómetros cuadrados contienen lo que Ud. vino a buscar.
La casa, la posada, la pulpería, el almacén, el restaurante, el taller mecánico, el atelier, el barrio de viñas, los olivos, la bodega, la vinoteca, los caballos, las bicicletas, el sulqui, el Ford T.
Esa mágica porción de campo, sin presumir ni abandonar su fisonomía, alberga familias fascinadas con contarnos su pasado y mostrarnos su presente. Ellas se preparan para recibirlo como nuestra abuela lo hacía para recibirnos. Con esmero, amor y sin pretensión.